Todo lector voraz, todo amante de los libros sabe lo que se siente ir a la librería y ver que salió un nuevo libro que no sabíamos que existía o que fuera a existir y quererlo de inmediato. O quizás le sucedió ir caminando por la calle, mirar la vidriera de una librería y encontrarse con una edición impensada, agotada o reeditada de algún clásico que nuestra biblioteca todavía no tiene. Inmediatamente el lector voraz procede de un sólo modo posible: entra en el comercio y compra ese ejemplar invaluable. Luego vuelve a su casa, lo coloca al tope de una pila enorme de libros para leer y quizás tarda años en sentarse, abrirlo y leerlo. Porque claro, antes que la nueva adquisición hay quizás cientos de otros libros que fueron adquiridos del mismo modo y cuya lectura se impone, quizás por una cuestión de agenda o quizás por una cuestión del interés particular del lector en determinado momento, como prioritaria.
Esta conducta que lleva a bibliotecas llenas de ejemplares que todavía no leímos, la compra de más y más libros sin que esto sea un impedimento, tiene una palabra que la define en japonés. Así es: en Japón a los que compramos compulsivamente libros aún cuando no pudimos terminar los que ya tenemos se nos llama Tsundoku.
¿Qué tal? Estoy seguro que no lo sabían. El consuelo que nos queda es sabernos acompañados por cientos de miles como nosotros. Tantos que hasta tuvieron que inventarnos una palabra para definirnos en Japón.
