Hoy me cuesta escribir. No es porque sienta que no tengo cosas que decir sino porque me invade la emoción. Hace un rato se anunciaron los finalistas del concurso de novela negra BAN! Extremo Negro y entre los 485 originales de los cuales se hizo una preselección de 36 de los cuales a su vez se seleccionó sólo 9 novelas inéditas ha quedado mi Sangre por la herida.
No sé cómo sentirme en este momento. Por una parte tengo alegría inmensa. Orgullo, felicidad de saberme en el podio con colegas, algunos de los cuáles conozco y admiro mucho. Por otra parte ansiedad. Mucha.
Escribí Sangre por la herida el año pasado en unos tres o cuatro meses. Ya sabía que Rituales de sangre iba a ser publicada y antes de ponerme a escribir Rituales de lágrimas quise concretar una vieja idea que tenía: el patovica de una iglesia evangelista era el encargado de transportar el cadáver de una mujer que había muerto pasada de rosca de droga en una fiesta negra con los pastores de la iglesia. Ese fue el germen de la idea. Pero tranquilos, no les estoy spoileando nada. La idea me había surgido de tanto pasar por la puerta del gran templo de Corrientes y Acuña de Figueroa. Durante dos años viví en Corrientes y Gascón por lo que pasé muy seguido por ahí. Siempre me impresionaron los patovicas: vestidos de traje negro, grandotes y rapados, parecen más un servicio secreto que los custodios de un centro religioso.
Como decía no hay spoilers en la idea germinal de mi novela: empecé con esa imagen del cadáver de una mujer joven y desgraciada en el baúl de un auto y la novela transcurriría en una noche; la noche que llevaría al patovica y al pastor en el auto con el cadáver en el maletero hasta que lograban deshacerse de él.
La novela así se iba a llamar Noche roja porque iba a transcurrir en una sola noche. Finalmente no era esa la forma narrativa que mejor me sentaba y la deseché. En buena hora porque hace unos días me enteré que existe una novela gráfica de tal nombre. Para peor, a juzgar por la cubierta, en mi novela ocurre una escena similar.
En el instante en que me senté a escribir me di cuenta que no tenía la necesidad de inventarme un nuevo personaje para que cumpliera el rol del patovica: ya tenía a Mario “La Iguana” Quiroz en Rituales de sangre, un ex policía duro y romántico que tenía pasta de protagonista de una aventura en solitario. Empecé a acariciar la idea del spin-off, la novela que lo tomaba como personaje y lo sacaba del contexto de Rituales de sangre. Como Better Call Saul hizo con Breaking Bad. Continue reading “Diario de un novelista 05: Los premios”