Hace unos pocos días salió el primer trailer de la muy esperada película de Doctor Strange, uno de los pocos personajes de las primeras líneas de Marvel que todavía no formaban parte del Marvel Cinematic Universe (MCU). Aunque no comparto la emoción del fandom que enloqueció con el protagónico de Cumberbach y la introducción del factor “magia” en el universo cinematográfico Marvel, me parece una buena oportunidad para reconstruir un poquito el camino por el cual tenemos detectives/superhéroes magos.
Doctor Strange, un cirujano que sufre un accidente en el que pierde la movilidad de las manos y es curado por un gurú oriental que además le enseña el camino de la magia, apareció por primera vez en 1963 pero ya varias décadas atrás había comenzado la popularización de este tipo de personajes que utilizan la magia en contextos de relatos de misterio y/o superheroicos..
Me voy a poner entonces en mi rol de profesor y voy a invitarlos a que hagamos un poco de historia: en el año 1860 la editorial Beadle Publishing of New York inventa un nuevo formato de revistas baratas y populares: las Dime Novels o novelas de diez centavos.
Estas revistas se producían de forma casi industrial, a un costo muy bajo, con historias compradas a escritores que cobraban por el trabajo pero no conservaban ningún tipo de derecho de autor. La mayoría de sus relatos eran westerns y el formato probó ser tan exitoso entre una mayoría recién llegada a la alfabetización, el ocio y la posibilidad de consumo (todas consecuencias de las revoluciones, el iluminismo y el industrialismo) que pronto se llenó la plaza de competidores.
Entre toda esa marea de nuevas revistas baratas surgiría en 1872 un personaje que se popularizó: Old Sleuth (viejo detective), que pese a su nombre no era anciano pero sí era detective y resolvía misterios y situaciones de crimen.
A diferencia del “policial inglés” que gozaba de increíble éxito para la misma época en la pluma de Sir Arthur Conan Doyle y su Sherlock Holmes, Old Sleuth no era todo cerebro para resolver los casos sino que apelaba más que nada al músculo y cierto heroísmo fantástico y sobrehumano.
La influencia en el imaginario de la época de las memorias del estrafalario fundador de la Policía Francesa, Eugène François Vidocq, que según su relato había recurrido a disfraces y manipulaciones de todo tipo para acabar con los criminales y también los detectives privados como profesión fundada en los Estados Unidos por el inmigrante escocés Allan Pinkerton fueron el caldo propicio para el surgimiento de estos detectives de escuela estadounidense, la argamasa con la que se iría formando el género hardboiled.

El éxito de Old Sleuth trajo una inundación de imitadores hasta llegar al que se hizo más popular y que tuvo una larga vida de más de un siglo: en 1886 nació Nick Carter en las páginas de la revista New York Weekley.
El personaje conjugaba varias características que lo emparentan con los detectives del hardboiled pero también con la superhéroes, esa mitología moderna tan esencialmente estadounidense:
- Maestro del disfraz.
- Un hombre ejemplar y honesto.
- Siempre tenía algún “gadget” o instrumento a mano que extraía de sus bolsillos para escapar de las situaciones más complicadas.
- Tuvo la primera “galería de villanos” entre los que se destacan su archirrival el Dr. Jack Quartz que precedió al célebre Dr. Moriarty de Sherlock Holmes.
A todo esto, en 1896 el editor Frank Munsey tomó una de las revistas que publicaba (“The Golden Argosy”) la modificó, logró imprimirla en un papel más barato que el de las Dime Novels y la renombró como “The Argosy” a secas. Y de paso inventó las Pulp Fictions.
Este nuevo formato de revista le permitió imprimir revistas que traían doce historias a cambio de la única historia que traían las Dime Novels conservando el aspecto de un tipo de revistas más costosas.
Sin embargo, los géneros que predominaban en las historias publicadas en esta primera Pulp Fiction eran los populares: acción, aventura y misterio aunque los textos poseían una calidad literaria superior que la media encontrada en las Dime Novels. Este fue otro factor que desequilibró la balanza en favor del predominio del nuevo formato ya que los lectores se habían ido sofisticando con el paso del tiempo y exigían entonces una mejor calidad narrativa.
La combinación del formato de revistas pulp y el contexto económico, político y social de comienzos del siglo XX fueron claves para la expansión del género policial en los Estados Unidos dando origen a la famosa “escuela estadounidense” compuesta por el hardboiled y el noir.
Revistas como The Black Mask determinaron las características típicas del detective del hardboiled de la mano de sus inventores y grandes plumas: Dashiell Hammett y, entre muchos otros, quien es considerado el primer escritor de hardboiled, Carroll John Daly que delineó el género en su cuento Three Gun Terry aparecido en el número del 15 de mayo de 1915 de Black Mask.

Como sabemos, las características principales del típico detective del hardboiled pueden sintetizarse someramente en lo siguiente:
- Violento.
- Misterioso.
- Espíritu solitario relacionado con la conquista de la frontera del Oeste (el hardboiled es también un derivado del western).
- Romántico: puro corazón y no tanta cabeza.
En 1919 la instauración de la “Ley Seca” en los Estados Unidos terminó de generar el sustento al género hardboiled: en un país donde el consumo de alcohol era ilegal, tomar una copita de contrabando ya lo convertía a uno en un delincuente. Pero además, la explosión de mafias que lucraban con el contrabando de la bebida prohibida tiñó las calles de sangre. Los detectives privados que se interponían como últimos valuartes de la ley, pese a no ser más que vigilantes en muchos casos, fueron la perfecta canalización artística de la realidad social de la época.
En 1919 también salió publicada la novela serial The Curse of Capristano de Johnston McCulley en la pulp fiction All Story Weekley que trajo a uno de los héroes/bandidos/vigilantes/detectives enmascarados más famosos de todos los tiempos: el Zorro.

La idea de los disfraces no era nueva; como dijimos, ya Vidocq había hecho extenso comentario acerca de cómo había capturado criminales disfrazándose, lo mismo Allan Pinkerton que había utilizado disfraces en su carrera como detective para infiltrarse en pandillas criminales y en general eran varios los héroes de las aventuras pulp que utilizaban algún tipo de máscara distintiva para enfrentar al crimen. Pero el Zorro introdujo un nuevo furor por los enmascarados y como no podía ser de otro modo, las pulp magazines se llenaron de héroes/detectives enmasacarados, algunos exitosos (The Spider, The Phantom) y otros olvidados (The Ghost).
Entre esa inundación de imitadores el más perdurable (de hecho tuvo una encarnación en cómics hace un par de años y una película olvidada de 1994) fue The Shadow.
Y aquí es a donde quería llegar. La historia de este ícono de los vigilantes enmascarados es interesante. En 1930, intentando capturar nuevos nichos de un mercado que estaba bastante saturado, la editorial Street and Smith lanzó un programa de radio-novela: The Detective Hour. En el programa un narrador se dedicaba a leer las historias que salían impresas semanalmente en las publicaciones de la editorial, entre ellas la revista Detective Story Magazine.
Con el tiempo, las lecturas del material impreso se convirtieron en lecturas de narraciones especialmente escritas para el medio radial por parte del escritor Harry Charlot y el programa pasó a llamarse The Shadow. El narrador, James LaCurto le agregó una línea final a cada emisión que decía: “The Shadow knows” en una voz tenebrosa.
Esta combinación entre un guionista con una historia de problemas mentales y un narrador que le agregó su propio toque tenebroso resultó fenomenal para despertar el interés de los radioescuchas que pronto comenzaron a pedir en los puestos de venta de diarios la revista de The Shadow que paradójicamente no existía porque era solo un programa de radio. Los editores no perdieron tiempo y contrataron a Walter B. Gibson, un mago amateur que acababa de venderles una historia, para que reescribiera un relato de Nick Carter cambiándole el nombre a The Shadow. Pero el ilusionista tuvo una idea mejor y creo un personaje nuevo desde cero, inspirándose en su experiencia como mago, escapista y místico. El resultado fue un detective enmascarado, entrenado en Oriente en las artes mágicas, maestro del disfraz e ilusionista que se convirtió a la vez en una de las mayores influencias de varios superhéroes que surgirían años más tarde. Entre ellos, Mandrake, el mago que apareció por primera vez en 1934 y es considerado el “primer héroe de historietas”. El camino para la llegada de Doctor Strange quedaba así ya dispuesto.