La biblioteca pública de Toronto

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Sin lugar a dudas una de las experiencias que me han cambiado totalmente desde que vivo aquí en Toronto es mi relación con la compra de libros. Siempre fui un comprador casi compulsivo de libros. Esto quiere decir que si pasaba por una librería y veía en vidriera un libro que me llamaba la atención lo compraba inmediatamente o quizás me lo guardaba en la cabeza para comprarlo lo antes posible, no fuera a ser que el libro se agotara a o desapareciera de las estentarías por algún motivo. Ese comportamiento impulsivo siempre fue peor en mí con las librerías de saldo porque como sabemos es posible que allí encontremos efectivamente libros que quizás mañana ya no estén disponibles.

Esta compulsión a comprar libros me fue haciendo cultivar una biblioteca de unos dos mil ejemplares que tuve que distribuir entre la casa de mis padres y los departamentos donde me fui mudando solo o acompañado de parejas. Y sin dudas una de las decisiones más difíciles que tuve que tomar antes de venir para aquí fue comenzar a vender y deshacerme de cientos de libros que no podía traerme ni tampoco tenía dónde dejar (la casa de mis padres ya estaba saturada de mis libros).

Vine con unos cuatro o cinco libros de mi colección en la valija y con la incertidumbre acerca de cómo me comportaría en el futuro: ¿iba a recomprar libros que ya había comprado en el pasado y había dejado en Buenos Aires? ¿Iba a darlos por perdidos definitivamente? Porque un problema de la compra compulsiva de libros es que se van acumulando en nuestra mesita de luz sin leerse. El ritmo de lectura siempre es inferior al ritmo de compra y acumulación de libros nuevos. Algo de esto comenté hace un tiempo.

Lo cierto es que al llegar a esta ciudad repleta de librerías de usados, cadenas de librerías de saldo y librerías gigantes pensé que mi vicio de comprar compulsivamente libros iba a continuar tal y como lo había dejado en Argentina. Pero no fue el caso porque a una cudra y media de donde estoy viviendo está la central de la Biblioteca Pública de Toronto (Toronto Public Library) y encontré que apenas con los papeles de alquiler del departamento donde vivo y mi pasaporte podía tener una tarjeta de biblioteca.

 

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Imagen de la Reference Library de la Toronto Public Library. Esta es la sede principal de la biblioteca.

 

Yo mismo he trabajado durante casi siete años en una Biblioteca (la “Biblioteca Popular Alberto Gerchunoff” de la Sociedad Hebraica Argentina) y aún así nunca dejé mi compulsión a comprar nuevos libros. Pero esta vez ha sido distinto. El sistema de biblioteas públicas de la ciudad de Toronto es una de las cosas más increíbles que he visto y que volvería loco a cualquier bibliófilo como yo.

Con 100 locaciones en toda la ciudad, siempre llenas de gente, con las novedades literarias del momento ingresando constantemente en sus estantes, con cursos gratuitos de inglés para inmigrantes, impresoras 3-D, sistemas de print-on-demand, conversaciones con escritores de renombre y miles de actividades más, el sistema de bibliotecas públicas de la ciudad es el más grande Canadá, el más activo de América del Norte y el sistema de bibliotecas barriales más grande del mundo.

El sistema no sólo incluye la posibilidad de pedir prestado varios libros por 21 días con posibilidad de renovar el préstamo sino que además tiene integrado sistemas de préstamo digital de eBooks, cómics, películas, y hasta una especie de Netflix propio que acaba de inauguar y permite alquilar hasta 8 películas por mes por usuario.

 

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Aviso de que el audiobook que solicité ya está disponible para descargar

 

Desde que soy socio de la biblioteca he pedido prestado ya tres libros que quería leer y que estuve a punto de comprarme. He leído dos arcos de cómic enteros y ahora me han prestado un audiobook que pienso escuchar en los siguientes días. Nuevamente, todo esto de forma absolutamente gratuita aún para un recién llegado a la ciudad como yo.

Con una base de datos online impresionante, cada vez que pienso en un libro que quiero leer lo busco allí y si está prestado inmediatamente me pongo en una lista de espera. Apenas toca mi turno me envían un e-mail avisándome que ya lo puedo pasar a retirar.

 

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Una de las mayores colecciones holmesianas del mundo. Disponible para ver, consultar y leer en la Reference Library de la TPL.

 

Pero lo que más impresiona más allá de todo esto es el hecho de que en todas las locaciones de la biblioteca a lo ancho de la ciudad siempre se encuentra gente leyendo en sus salas de lectura, gente paseando por las exhibiciones (hubo una muy buena acerca de Sherlock Holmes hace unos meses), asistiendo a charlas con escritores, estudiando, toamando cursos gratuitos y cientos de cosas más.

En una época donde se dice que la gente ya no lee el sistema de bibliotecas públicas de Toronto sin lugar a dudas contradice absolutamente todos los pronósitcos más pesimistas sobre el futuro de la lectura y los libros.