Hace una semana exacta estaba en Ciudad de Córdoba presentándome en el marco del festival de novela negra y policial Córdoba Mata. En un viaje relámpago que luego continuó en Villa Cura Brochero y Mina Clavero (traslasierra) tuve la oportunidad de conocer y convivir con escritores que en su mayoría no conocía. Algunos me sonaban de nombre, había un par que incluso quería leer pero a la mayoría lo conocí en este viaje.
Desde que regresé del festival no tuve tiempo de sentarme a escribir y aclarar la increíble experiencia que viví y en particular, todo lo que el viaje me permitió aprender.
Por empezar me gusta saber que en el género policial que se escribe en la Argentina hay un clima solidario, festivo y sobre todas las cosas de construcción conjunta que es algo que siempre sentí que le faltaba a la literatura argentina en general.
En mis años de facultad, cursando la licenciatura en Letras, tuve a mediados de tercer o cuarto año de cursada, una epifanía: me interesaba la literatura argentina. Hasta ese momento la había leído poco y nada y menos me interesaba. Pero por algún motivo complejo, quizás porque yo mismo quería empezar a escribir, descubrí que sí me importaba y que quería leerla.
Así lo hice y traté de leer todo lo que cayera en mis manos de la llamada “Joven Guardia” o “Nueva Narrativa Argentina” y tantos otros epítetos que le fueron poniendo a la producción literaria argentina de fines del siglo XX y primeras décadas del XXI.
Pero entonces sentí casi de inmediato que el ambiente entre los escritores era espinoso, lleno de resentimiento, con escritores colegas diciéndose cosas horribles por las espaldas, con una crítica en la prensa masiva que miraba con una mezcla de precaución y desdén a lo que se producía.
Poco a poco yo mismo fui cayendo en esa trampa que al principio me horrorizó y luego incorporé. Pasé mucho tiempo odiando colegas, envidiándoles sus éxitos, pensando que si un escritor argentino era entrevistado en un diario o revista la injusticia suprema acaba de perpetrarse: ¿cómo a él lo entrevistan y a mí no?

Por suerte pude desprenderme de ese ambiente tóxico, pero hasta ahora no había encontrado eso que siempre busqué y sí encontré en el ambiente refrescante del policial argentino: escritores que leen entusiasmados a sus colegas, que hablan bien de ellos, que los recomiendan, que saben que la búsqueda pasa por conseguir lectores que se interesen en lo que escribimos y que eso se logra con profesionalización.
¿Qué más aprendí en Córdoba Mata? Aprendí que la voluntad y el trabajo de emprendedores culturales y enamorados de lo que hacen como es el caso de Fernando López, puede movilizar una treintena de escritores de diversos lugares y juntarlos en un festival y que todo salga a la perfección.
Pero sobre todas las cosas, aprendí que el “género policial argentino” tiene una riqueza y una diversidad que no tiene nada que envidiarle a la literatura policial de otros mercados lectores mil veces más grandes que el nuestro.
¿Qué quiere decir esto? Simplemente que no se puede hablar de “policial argentino” a secas porque hay diversos subgéneros de policial argentino que se está escribiendo ahora.
Mercedes Giuffré escribe policial histórico de características clásicas que entra en serie con otros escritores tanto de policial neo-clásico como Ezequiel Dellutri o María Inés Krimer y con otros escritores que hacen novela histórica.
Raúl Argemí, que se define a sí mismo como el “más prolífico autor argentino menos publicado en la Argentina”, un tipo bondadoso y con una capacidad increíble para las anécdotas orales, escribe un tipo de policial mezclado con política y creo que es también la búsqueda estética de Kike Ferrari. Quizás no por casualidad comparten colección en Código Negro.
Ahora bien, leí la novela de Ferrari Que de lejos parecen moscas y es un ejemplo claro de policial hard-boiled vieja escuela. Sólido, duro, brutal, directo.
No leí a todos los que fueron invitados conmigo al festival, pero puedo presumir que Juan Carrá va por la misma línea y su Lima, aunque todavía no pude leerlo, me hace acordar mucho a la tradición de boxeadores del policial negro, en especial toda la subtrama de La Dalia Negra de J. Ellroy con el policía boxeador.
Mercedes Rosende, escritora de la Banda Oriental, admitió que ella nunca se propuse escribir “policial” sino que simplemente fue lo que le surgió en el momento en el que su pluma comenzó a moverse sobre el papel.
Alicia Plante, con una trilogía de novelas policiales, gusta de contar que el policial también llegó a ella un poco por casualidad. Plante, quien llegó a la educación formal de adulta, escapando de las imposiciones patriarcales de su padre, tiene una personalidad fuerte y explosiva, estoy seguro de que sus novelas policiales serán una excelente lectura.
Martín Doria, médico, que escribió una novela sobre una toma de rehenes en un hospital (Postales de Río) contó que escribió la novela con la urgencia del dolor de haber conocido situaciones extremas. La temática de su novela me hizo asociarla con Kryptonita de Leonardo Oyola.
Gastón Intelisano, fanático de un tipo de ficción narrativa serial, es el dueño de la experiencia de vida necesaria para escribir las aventuras de un forense. Como sabemos, todo un subgénero en la narrativa policial a nivel mundial. Su Soler ya va por su tercera aventura en su novela Error de cálculo que sale en octubre.
Por lo que leí en la contratapa de Caza mayor de Javier Chiabrando, su policial tiene algo de espionaje y según lo escuché contar a él mismo, sus policiales escapan de los cánones clásicos chandlerianos del detective perdedor para construir un investigador con toques de playboy.
No podría hablar de todos los que conocí en este viaje (y me gustaría en algún momento hablar también de quienes no estuvieron pero hacen un tipo de policial que me resulta interesante de comentar) porque mentiría acerca de conocer su escritura, pero creo que aquí ya hay un buen panorama de la enorme riqueza de la literatura argentina-rioplatense actual. Una riqueza que desconocía, que no sabía que existía y que siento, muchos también desconocen. Hablar hoy en día de “policial” y nada más en la Argentina es desconocer la diversidad de estilos, temáticas y preocupaciones de los escritores que hacen género negro aquí.

¿Y en cuanto a mí? Rituales de sangre es un thriller. Sangre por la herida que es una continuación directa de la historia de uno de sus tres protagonistas es un policial hard-boiled: duro, violento y sin esperanzas. Rituales de lágrimas que es la continuación de la historia de Rituales de sangre, nuevamente con sus tres protagonistas y que es lo que estoy escribiendo ahora, será, una vez más un thriller. Creo que el thriller es el género que más cómodo me sienta.
No fueron pocos aprendizaje para tres días de los cuáles pasé la mayor parte del tiempo viajando de un lado a otro, primero del país, luego de la provincia de Córdoba y luego de regreso por el país hasta Buenos Aires.
Espero nuevos encuentros de este tipo para seguir celebrando el género policial, seguir tendiendo puentes con los lectores y seguir aprendiendo de mis colegas.