El martes pasado fuimos entrevistados Enzo Maqueira y yo en la librería Eterna Cadencia por Patricio Zunini en el marco de los “Encuentros Jóvenes” con escritores que no llegamos a los 40.
Aquí el comienzo de la desgrabación de la entrevista:
Patricio Zunini: Buenas tardes, gracias a todos por venir.
¿Qué se le pide a un policial? Que atrape. Que tenga coherencia interna. Que el progreso no se dé a golpes de suerte. Que el autor se tome en serio el género. Que no sea paternalista. Que no se guarde trucos en la manga. Rituales de sangre comienza con un crimen teatral —el rito siempre es teatral. Un matrimonio de judíos ortodoxos y sus dos hijos pequeños, que pertenecen a la congregación “Tikvá Zhitomir”, se disponen a celebrar el shabat. Pero luego de la cena, el padre asesina a los hijos, crucifica a la mujer y se cuelga. Lo que se pone en funcionamiento con esas muertes es todo eso que se le pide a un policial. Rituales de sangre podría ser descendiente directa de El sindicato de policía yiddish, de Michael Chabon —y tal vez lo sea—, pero responde a un interés que Alejandro Soifer ya ha trabajado en el libro de investigación Los lubavitch en Argentina. Los Tikvá son, en sus formas y procedimientos, muy parecidos a los Lubavitch. ¿Por qué Soifer necesitó volver a ellos, pero ahora desde el policial negro?
Alejandro Soifer: La ficción siempre es mejor que el periodismo.
La protagonista de Electrónica, de Enzo Maqueira, es una profesora de periodismo que prefiere a la ficción porque «La realidad es siempre una ficción». Clase media, docente universitaria, mira a Godard y a Los Simpsons. Está atascada: aburrida. La Profesora está en crisis. Que tenga 40 años podría ser un cliché a discutir. (¿Tiene 40? ¿O soy yo el del cliché, que sí tengo 40 y estoy en crisis?) Si tuviera una cuota de cinismo podría ser un personaje de Frédéric Beigbeder. Lo que la vida le trajo no es lo que esperaba. El gesto punquito se fue cortando, el desenfreno perdió impulso y ahora le queda una planta de marihuana que cultiva en el balcón para recordar lo que debía ser. Y el enamoramiento patético hacia un alumno. Dice Cucurto con gran lucidez en la contratapa del libro: «Maqueira hace con la idiosincrasia de la clase media lo mismo que Puig hizo en su momento con los folletines; o Juan Forn con las obsesiones de ciertos personajes porteños».
A priori, Soifer y Maqueira son dos escritores distintos. Sin embargo, por leerlos y conocerlos, creo que no es así. Creo que podemos arrancar hablando de los libros, de Rituales de Sangre y Electrónica, y luego ver hacia dónde deriva la charla.
Alejandro, los Tikvá son muy parecidos a los Lubavitch: ¿por qué volviste a un tema de judíos ortodoxos desde la ficción?
Alejandro Soifer: La idea de esta novela surgió justamente cuando publiqué Los lubavitch en Argentina. Notaba un interés antropológico sobre cómo viven los judíos ortodoxos, pero con Los lubavitch… me había quedado un público muy específico: sólo iban a leer los judíos. Y a mí no me interesa que el ghetto. Quería llevar eso que había descubierto y que me había parecido tan interesante a un mundo más amplio. Además le fui sumando un par de cosas que habían quedado pendientes a medida que iba estudiando todo lo que tiene que ver con los Lubavitch; en particular con lo que tiene que ver con la secta de Jakob Frank, estos judíos ortodoxos que en un momento se convierten al cristianismo porque creen que es la forma de encontrar la redención mesiánica. Esa es una historia espectacular. Además estaba muy mezclado con los rituales de sangre, los libelos de sangre: esas acusaciones de asesinatos rituales escenificando la pasión de Cristo. Como material para un policial era espectacular. Siempre me interesó el género; encontré que en estos elementos tenía algo para hacer. Recién en la presentación vos decías algo que está bueno para plantear: que la ficción es siempre mejor que el periodismo.
…