Al comienzo de su exquisito texto (¿y cuál de los suyos no lo es?) Tésis sobre el cuento, Ricardo Piglia dice:
En uno de sus cuadernos de notas, Chejov registró esta anécdota: “Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida”. La forma clásica del cuento está condensada en el núcleo de ese relato futuro y no escrito.
Contra lo previsible y convencional (jugar-perder-suicidarse), la intriga se plantea como una paradoja. La anécdota tiende a desvincular la historia del juego y la historia del suicidio. Esa escisión es clave para definir el carácter doble de la forma del cuento.
Primera tesis: un cuento siempre cuenta dos historias.
Esta pequeña observación que contiene toda la teoría del cuento moderno en su interior se ha visto reflejada, de algún modo, en la realidad en una demostración más de que la realidad a veces iguala a la ficción. Según constata una nota en Crónica del 29/04/2015 una mujer llamada Helen Ford decidió quitarse la vida durante el mes de enero pasado producto de una depresión impensada, en un principio, para una persona que había ganado 500 mil libras esterlinas en la lotería hace unos doce años.
Otro medio que levanta la noticia señala en cambio que si bien Ford sufría de diversas formas de trastornos psicológicos producto de haber ganado la lotería, no es completamente seguro que haya decidido tomar su propia vida.
En este sentido es donde debemos darle la ventaja a la ficción: lo que señala Piglia en su observación respecto del cuento no escrito de Chejov es precisamente el mecanismo por el cual los buenos cuentos son precisamente buenos: dejan abierta la interpretación al lector.
¿Se mató Helen Ford producto de la depresión que le causó ganar la lotería? ¿Acaso fue su muerte un accidente? ¿Qué pasó por su cabeza para que luego de ganar un premio tan importante terminara deprimida y solitaria? El cuento de Chéjov no sería interesante si describiera los sentimientos internos de Helen Ford o el ganador de Montecarlo; debería centrarse quizás, sugiere Piglia, en los momentos previos, en el hombre ganando en el casino, en la vuelta a su casa, etc.
El método del cuento que propuso Chéjov y que Hemingway terminó de refinar, el famoso “método del Iceberg” de contar (mostrar en la superficie) solo una punta con un resto bajo la línea de flotación invisible (no dicho) representa una de las vertientes más interesantes y explotadas del cuento moderno.
La idea es contar sólo las consecuencias en los personajes de hechos del pasado (en la medida de lo posible traumáticos) que nunca se hacen explícitos. El método alcanzó su perfección en relatos como Los asesinos o Río de dos corazones (ambos de Hemingway), dos de los mejores cuentos que haya leído.
Como todo procedimiento, también el método del iceberg puede resultar soso luego de verlo reproducido en infinidad de cuentos y relatos por autores de variable talento. Sin embargo, conocer la esencia de la construcción de un cuento bien hecho es un paso fundamental antes de seguir un camino distinto. La infortunada Helen Ford nos da así una excusa para volver a pensar en la reflexión que hace Piglia. Encuentran su tésis sobre el cuento completa aquí.