Una pequeñísima historia curiosa de viernes: hubo en el siglo XII dos monjes, los dos galeses, que escribieron obras literarias que los trascendieron inmensamente y que para cerrar las coincidencias, llevaban el mismo apellido: Monmouth. Aunque en el caso de estos hombres, Monmouth significaba un gentilicio como Da Vinci lo era para Leonardo Da Vinci.
Geoffrey y Thomas de Monmouth nacieron ambos en Monmouth, Gales.
Conozcan a Geoffrey de Monmouth (1100 -1155):
Clérigo galés, este hombre fue uno de los primeros historiadores de Inglaterra pero más que nada ha pasado a la historia por haber compilado por primera vez las historias del Rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda en su libro Historia Regum Britanniae.
Ayer mismo leí un artículo (no puedo recordar en qué página y mis búsquedas para recuperarlo han sido en vano) donde se especulaba que una espada clavada en una piedra en un monasterio español en un pueblo cercano a Toledo habría servido a Geoffrey de inspiración para el mito artúrico.
Ahora conozcan a su apenas contemporáneo y colega, Thomas de Monmouth (1149 – 1172):
¿Cómo? ¿Que ahí se ve el dibujo de un niño siendo crucificado pero no hay retrato del monje benedictino Thomas de Monmouth? ¡Pero claro! Es que este monje, al igual que su par Geoffrey, pasó a la historia por construir mitos ingleses, sólo que los suyos a diferencia de los del otro, fueron infames, crueles y con consecuencias nefastas.
La imagen representa el sacrificio ritual del niño santo William de Norwich. Según la leyenda negra que sembró con ponzoña Thomas de Monmouth en su hagiografía The Life and Miracles of St William of Norwich, el niño había sido sacrificado en un ritual llevado a cabo por judíos. Según su mito, todos los años celebraba un concilio donde un grupo de judíos notables deciden a qué niño cristiano sacrificar durante las Pascuas (que coinciden con el Pésaj judío).
Este es el primer registro escrito de los libelos de sangre, las acusaciones medievales a judíos de realizar prácticas paganas y brujería con la sangre de cristianos. De más está decir que este tipo de acusaciones desataron violentos pogroms y matanzas de judíos, sin contar con la expulsión de los judíos de Inglaterra en el año 1200, consecuencia directa de las infamias de Thomas de Monmouth.
Paradójico que dos monjes de Monmouth casi contemporáneos terminaran escribiendo mitos que aportaran para lados tan opuestos.
¿Les interesó esta historia? El tema de los libelos de sangre es la base del misterio policial contemporáneo de mi nueva novela Rituales de sangre. Pueden leer un adelanto aquí.