
Leí hoy un interesante artículo de Malena Sánchez Moccero acerca del rol de la crítica literaria hoy en día en el diario Perfil.
Creo que es interesante el planteo acerca de cuál es el rol de la crítica literaria hoy en día y si bien, como señalé, creo que la nota es interesante, también siento que le faltó ahondar un poco en la cuestión de la oposición crítica literaria/reseña literaria que ha cobrado una forma completamente diferente con el advenimiento de las redes sociales.
Quizás la falta de profundización en este aspecto responda a que todavía, en nuestro mercado editorial el despertar del “monstruo” viene lento. Pero en el mercado anglosajón la maquinaria ya está en pleno funcionamiento hace años y ha generado diversos inconvenientes y polémicas.
¿A qué me refiero exactamente? A páginas como GoodReads (hay un intento local de emularla para nuestro mercado hispánico en Lectorati) y foros especializados donde son los propios lectores los que sin una formación académica literaria (o quizás sí, pero no importa porque no son la mayoría) hacen sus propias reseñas de libros que leyeron, esto es resúmenes destacnado puntos fuertes y flojos del libro, calificándolos con un sistema de estrellas (pueden ver mis propias reseñas aquí) recomendando a un lector interesado en determinado libro su compra o no, su lectura o no.
Este sistema que fue popularizado en primer lugar por la tienda Amazon.com (que no casualmente compró GoodReads para incorporarlo como una función más de su ecosistema de lectores digitales Kindle) ha hecho honda la división entre lo que es la crítica literaria tradicional y la reseña literaria típica de suplemento cultural de los grandes periódicos.
¿Cómo es esto? La reseña de un libro tiene por función comentar las particularidades de la obra reseñada, señalar fuertes y debilidades del texto, recomendar o no la compra a un interesado. El sistema suele ser muy útil: cuando un libro alcanza una masa crítica de reseñas, por lo general un lector interesado puede darse una idea de si vale que invierta su tiempo y dinero en esa obra determinada. El sistema tiene sus fallas, claro. Trolls abusivos que denigran y “destruyen” un libro sólo porque no simpatizan con el autor, reseñas falsas, autores que bajo un nickname hacen reseñas sumamente elogiosas de sus propios libros, etc. A pesar de lo cuál y no sin dificultades, el sistema se ha ido refinando. Amazon exige para la reseña un usuario que haya registrado la compra en su tienda del libro que va a reseñar y al mismo tiempo lo estimula enviando mails pidiendo al comprador que califique los libros que compró en la tienda.
Por su parte, GoodReads impuso una política de cero tolerancia contra el tan mentado “bullying” en las reseñas (sí, hasta ahí también llegó la jerga del abuso escolar). Si encuentran que un libro está siendo “atacado” en las reseñas por el autor que lo escribió y no por la calidad de la obra, los reseñadores trolls son echados, baneados del sitio.
La lógica del “comment” de los sitios de noticias, que suelen estar infestadas de reflexiones poco reflexivas y en cambio muy agresivas, obviamente iban a invadir este sistema de reseñas literarias. Sin embargo, es también el espíritu colaborativo de la internet civilizada la que ha hecho que en el manojo de reseñas siempre terminen destacando y predominando las que han sido escritas honestamente y sin malas intenciones, sin importar si son “buenas” o “malas” reseñas del libro.
Entonces, por una parte tenemos este tipo de reseña literaria que no es más que un método de amplificación del “boca en boca” que ha existido desde que la literatura es autónoma.
Personalmente considero que este tipo de reseña literaria (que de nuevo, no es distinta a la reseña que pueda aparecer en un diario o suplemento literario de prensa masiva) debería intentar entender el libro en su totalidad, buscar los modos en los que la construcción que propone el autor está o no lograda y en base a eso realizar su comentario. Pero también, por supuesto, permite el libre juego del reseñador para decir: “este libro me gustó” o “este libro me pareció una porquería” sin más.
El público lector de esa reseña simple sabrá considerar o no válida la intervención.
Por otra parte entonces tenemos lo que es la institución de la Crítica literaria: profesionales de la literatura que desde una posición más o menos cercana a la Academia analizan las obras literarias.
Ahora bien, esta es una misión bastante más compleja: la búsqueda es de establecer una lectura, una interpretación, una interacción entre el libro y su contenido y el resto de la serie social, política e histórica.
Es una práctica mucho más cerrada y elitista, una práctica de investigación de Doctorado, de museo, libro de historia de la literatura o debate filosófico. No busca recomendar o dejar de recomendar un libro sino entenderlo en su época, tiempo, aporte a la mentalidad de un momento del desarrollo humano y una época.
Es también, considero, una práctica mucho más gratuita: no tiene como objetivo brindar un servicio directo (“compre este libro, le gustará” o “no lo compre, es una porquería”) sino una reflexión más profunda y ahistórica que delimita cánones (lo que es un libro “clásico” y lo que no lo es), establece modos de leer y fija interpretaciones de un texto (¿quién puede decir hoy en día que el cuento Casa tomada de Julio Cortázar no es una metáfora sobre la invasión de los cabecitas negras a la urbe burguesa en la época del primer peronismo? por supuesto, esa interpretación no surgió del propio autor que negó ese significado, sino del crítico Juan José Sebrelli y fue tan fuerte que quedó como una interpretación fosilizada, única posible para el cuento).
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Por eso es que la crítica literaria por lo general se ocupa de textos que ya llevan un tiempo circulando en una sociedad. Descubre grandes valores olvidados, fija sentidos, busca entender los textos en su época y todo eso es posible gracias a la distancia que da el tiempo. El crítico así se comporta casi como un científico que examina un objeto (textual) sin importarle un comino la vida del autor (esto si es un buen crítico) y sin el riesgo de que el autor vaya a sentirse ofendido o molestado por la crítica (porque por lo general ya se encuentra muerto).
Esta diferencia sustancial entre lo que es la Reseña Literaria y lo que es la Crítica Literaria parece que ha sido olvidada. Basta ver el siempre simpático juego de compilar reseñas negativas de clásicos de la literatura (por ejemplo acá) para fascinarnos o reírnos de lo equivocados que estuvieron esos reseñistas con lo que la Crítica Literaria ha dictaminado luego que se trata de “clásicos de la literatura”.
También, en la vereda de la crítica literaria, podemos ver el particular encono de Harold Bloom, el mayor crítico literario de los Estados Unidos, con autores de literatura popular que ya han comenzado (a pesar del viejo Bloom) un camino de canonización en vida y que probablemente sean considerados clásicos años después de su muerte, como Stephen King y J.K. Rowling.
Por último, creo que el problema sucede cuando se confunden estos dos planos. Críticos literarios que ofician de reseñistas (leen desde lo que buscan en un texto, piensan la composición de una novela u obra según sus parámetros de lo correcto y lo incorrecto aportando una perspectiva reseñista pero no verdaderamente crítica) pero amparándose en su prestigio de críticos, disfrazando su intervención, claramente motivada en algunos casos, hacia la recomendación de compra o no de un libro.
Esa confusión que no es de ningún modo aceptable en un Crítico literario sólo puede entonces interpretarse como un ejercicio de la mala fe.